martes, 10 de febrero de 2015

El arte iconográfico



      El icono no fue inventado por los artistas, surge del pueblo y se convierte en una "tradición de la iglesia" y una regla confirmada. La iglesia a través de sus clérigos vigila para que los iconógrafos se abstengan de fantasear y sigan la tradición; y realicen iconos dentro de los cánones establecidos.
      Para ser un iconógrafo, el arte y el talento de un artista no bastan, aunque son necesarios. El icono para el iconógrafo es un camino; es una forma de vida, dedicada a la contemplación y al estudio. Para "escribir iconos" se necesita la ascetismo de la paciencia, del silencio, de la perseverancia y de la oración continua. El iconógrafo debe alcanzar el dominio de los medios con que trabaja para que ellos le sirvan para hacer un "relato del cielo."
      Un icono nunca puede descender por debajo de cierto nivel artístico. Es alabanza, canto y poesía en color; es una resonancia musical de líneas y formas. El icono no es la belleza tal como la concibe el arte profano, sino "la Verdad" que desciende y se viste con sus formas. El icono relaciona dos infinitos: "La Luz Divina" y el espíritu humano.
En el icono, el detalle queda reducido al mínimo y la expresión es lo máximo. Con laconismo y sobriedad, el icono se corresponde con la "Escritura Sagrada" sólo muestra lo esencial. Se debe renunciar a la expresión naturalista del espacio y con la profundidad deben desaparecer las sombras.
      El arte iconográfico, en lugar de representar una escena que el espectador mira, pero de la que no participa, representa personajes relacionados entre ellos por el sentido general de la imagen y unidos sobre todo al espectador mismo; porque es más importante la comunicación con el espectador que la acción representada, dado que, esta comunicación, debe conducirlo hacia su propio interior.
      La tradición eclesiástica cultiva el refinamiento en el estilo y el gusto; y el "canon iconográfico" precisa los grandes principios que conciernen a la forma y al contenido. La iconografía no es un libre juego de la imaginación sino la lectura de la Biblia y de los arquetipos y la contemplación de los prototipos; pese a ello, las reglas iconográficas no son inmutables; no comprimen la espontaneidad del iconógrafo.
La rigidez de la regla iconográfica preserva al iconógrafo del subjetivismo impresionista de los románticos; y la sujeción al ritmo contribuye a la claridad de la expresión y a su pleno poder. Aun así, sin abandonar los cánones, el iconógrafo puede modificar el ritmo de la composición, los contornos, las líneas cortas o largas, ciertos colores y los matices que llegan a ser únicos para cada artista; y con todo esto, puede expresar una característica totalmente personal.
      Iconógrafos como Andrés Rublev y Teofanes el Griego han escrito iconos con la misma composición y sobre el mismo tema; y resulta asombroso constatar que, a pesar de su parecido, no hay uno igual a otro. No es posible encontrar dos iconos idénticos, ni aun si son hechos por el mismo iconógrafo. Hoy día se pueden observar copias idénticas, realizadas por copistas que se dedican sólo a hacer este tipo de trabajo.
Cada icono, cada iconógrafo, cada escuela, tiene su propio sello.
      El arte iconográfico es un lenguaje, un sistema de expresión especial, cuyos elementos se relacionan con un sentido, de la misma manera que el pensamiento se relaciona con las palabras de una frase. Su contenido, su mensaje secreto, expresan "el mas allá."
"La crisis actual del arte sagrado no es estética; es religiosa" (Evdokimov). Si bien en los últimos años hemos visto resurgir el interés por los iconos, no se comprende su esencia, y aun existe a veces un "iconoclasmo" (rechazo del icono) encubierto, porque progresivamente se ha ido perdiendo el simbolismo litúrgico y la visión patrística de lo religioso.........

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